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«Nuestras huellas en la arena»

Siempre estamos conscientes de lo que nos hacen los demás. Como bien dice la sabiduría popular: «Vemos más  la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio».

En mi opinión esto obedece a dos carencias. Por una parte definitivamente hay una dosis de egoísmo, y por la otra, a una falta de conciencia de nuestras acciones o lo que podría llamarse falta de «Atención dividida», como bien dice mi amigo Alfonso Ruíz Soto en sus enseñanzas de «Semiología de la vida cotidiana.

La primera, el consabido egoísmo, que en lo particular, no considero natural, sino adquirido y me recuerda una frase de la sabiduría popular que reza:
«Nada se olvida más despacio que una ofensa y nada más rápido que un favor».

Pero ésta reflexión va más enfocada a la segunda, a esa falta de conciencia o de cuidado de nuestras acciones para con los demás. A esa falta de empatía, al no ponernos en los zapatos del otro. Eso me lleva a pensar que de alguna manera tenemos que desarrollar la habilidad de auto-observarnos, porque de otra manera va a ser muy fácil que atropellemos con nuestra acciones y comportamientos a la gente sin siquiera  percatarnos.

Algo que debemos intentar reiteradamente es mantener nuestra atención dividida entre el «Yo» (lo que ocurre internamente)  y el «Ello» (lo que ocurre externamente) Desafortunadamente es un mal generalizado que fijamos más la atención en lo que ocurre fuera de nosotros, en lugar de dividir esa atención.

Para lograr esto, podríamos hacer un ejercicio que le llaman «el teatro» en donde nos imaginamos que somos parte de una obra, en la que nos piden jugar dos papeles; uno como actor en la obra y otro como espectador, poniendo atención a lo que uno hace como actor para poder cuidar y corregir en dado caso nuestras actitudes. Como bien dicen algunas corrientes modernas: » Estar en el baile y en el balcón».

Por eso son tan desafiantes las relaciones humanas; ya se trate una relación de pareja, de padres a hijos o viceversa, de amistad, con socios o familiares. En cualquier relación que implique profundizar un poco y en la que haya que interactuar con otra persona.

Uno de los problemas más frecuentes en las relaciones humanas, es que estamos más pendientes de las acciones del otro, que de las nuestras. Es fácil llevar la cuenta de las cosas que «nos hacen», pero difícilmente notamos lo que hacemos nosotros.

Yo me pregunto: ¿Por qué no hacerlo al revés?  Estar más pendiente de ser impecable con nuestras acciones y tener más empatía con las acciones de los demás. Esto no significa que permitamos que nos falten al respeto o nos den un trato que no sea adecuado, pero algo que es un ley de vida es que: «Lo semejante produce lo semejante».   Y si partimos de la base de cuidar nuestras acciones, al grado de ser impecables, difícilmente la gente reaccionará desfavorablemente hacia nosotros.

Estoy convencido de que de cualquier cosa, por insignificante que parezca,  podemos recibir una enseñanza y que el Universo no nos premia ni nos castiga, sino que solamente  nos devuelve el nivel de vibración que emitimos hacia él.

Si hay algo que me gusta hacer especialmente en la Vida, es caminar en la playa por las tardes, después de una buena comida y ésta reflexión surge de un pensamiento que leí que dice así:

«Es prácticamente imposible caminar en la playa sin dejar tus huellas marcadas en la arena y sin llevarte un poco de la misma adherida a  los pies. Con la Vida, ocurre lo mismo. Si nos percatamos de ello, seremos más cuidadosos de nuestras palabras y acciones».

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